En un seminario
organizado por PRISMA en diciembre pasado, el Lic. Gabriel Loza, ex presidente
del Banco Central de Bolivia, señalaba que para evaluar el desempeño de la
economía boliviana en estos últimos años, había que considerar tres factores:
la buena suerte, los cambios estructurales y las buenas políticas ejecutadas
por el Gobierno.
Con ese mismo marco de
referencia es interesante analizar lo que nos deparará el futuro. La buena suerte está referida a la coyuntura internacional
que ha sido extraordinaria para los países productores de materias primas y
alimentos. La pregunta del millón es, si
esta coyuntura favorable continuará en el futuro inmediato y la respuesta
parece ser negativa.
Efectivamente, los
pronósticos de casi todas las instituciones financieras y de los analistas
económicos a nivel internacional, prevén una altísima probabilidad de que tanto
la economía norteamericana como la europea ingresarán en un período de recesión
y que la economía china se enfriará debido a que sus mercados de exportación se
contraerán significativamente y su mercado interno, todavía no tiene la
capacidad de sustituir a Estados Unidos y Europa. Adicionalmente, se le avecina una crisis
financiera por su imposibilidad de sostener por mucho tiempo más, la burbuja
inmobiliaria que ha crecido peligrosamente en los últimos años. Todo indica que la economía china experimentará
un duro aterrizaje (hard Landing) a
más tardar, para los años 2013 o 2014.
Es probable que el
precio internacional del petróleo se mantenga en el orden de los US$. 90 por
barril, lo que implica que aunque los ingresos por la venta del gas boliviano se
mantendrán, el costo del subsidio a los carburantes será muy elevado si es que no se reajustan los precios en el
mercado interno.
En lo que se refiere a los
precios de los minerales, se estima que éstos tenderán a la baja. El oro continuará con una cotización alta,
pero volátil hasta que los mercados recobren la confianza en las políticas
económicas de EE.UU. y Europa.
En el corto plazo, no se
prevé una mejora en los precios de la soya ya que la producción en Brasil en la
pasada gestión, fue significativamente mayor a la prevista y la demanda internacional fue
inferior.
Por lo tanto, hacia
futuro no se puede confiar demasiado en la buena suerte, lo que nos lleva a
analizar las bondades de la política económica ejecutada en el país. Las buenas políticas son aquellas que
permiten lograr los objetivos deseados. Si
lo que se buscaba era el crecimiento de las reservas internacionales; superávit
fiscal; superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos; bajos niveles
inflacionarios y crecimiento económico, al parecer estos resultados se lograron
más por la buena suerte que por la calidad de las políticas económicas
implementadas. El control de la
inflación, por la vía de la apreciación del Boliviano, ha tenido éxito, aunque
al mismo tiempo, le ha restado competitividad a la producción nacional que no
puede competir con los productos importados que son más baratos debido al tipo
de cambio. Si lo que se buscaba era el
desarrollo productivo, elevadas tasas de crecimiento y la generación de empleo,
las políticas ejecutadas hasta ahora, no han sido precisamente las mejores. La inversión privada nacional y extranjera como
porcentaje del PIB, ha sido modesta comparada con la de Chile o Perú, lo que
explica una mayor tasa de crecimiento en esos países. Pero aún más grave, la tasa de crecimiento
económico y los niveles de inversión en el país no han sido suficientes como
para generar el empleo estable y de calidad para la cantidad mano de obra que
ingresa anualmente al mercado laboral. Sólo
con empleo estable y de calidad se asegura de manera estructural que la
disminución de la pobreza pueda ser sostenible en el tiempo. No obstante, se debe reconocer que se ha
logrado disminuir los niveles de pobreza, gracias a la política de bonos del
gobierno. Más del 70% del empleo se
genera en el sector informal de la economía que se financia, en gran medida,
con recursos provenientes del circuito coca-cocaína y de las remesas que realizan
los bolivianos que emigraron a Europa, EE.UU. y Argentina en busca de mejores
oportunidades de vida.
Es evidente que el
sector de la construcción de bienes inmuebles ha mostrado un enorme dinamismo, aunque ello se debe a las
tasas reales negativas de interés (la inflación es mayor que las tasas de
interés que se paga al depositante, es decir, que los ahorristas les pagan a
los bancos por ahorrar) lo que ha provocado que la gente prefiera invertir en
bienes inmobiliarios con la esperanza de que el alquiler sea mayor a las tasas
de interés que ofrecen los bancos. En el
corto plazo, esto es así, aunque paralelamente se está generando una burbuja
inmobiliaria que explotará en algún momento, con graves consecuencias para el
sistema financiero nacional.
Cuando se analiza la
composición del Producto Interno Bruto por el lado del gasto, se observa con
nitidez que el modesto crecimiento de la economía boliviana (comparado con el
de Perú, por ejemplo) se ha dado como consecuencia del consumo de los hogares. Este tipo de crecimiento sólo es sostenible en
el tiempo, si es que se mantienen a) los recursos que genera el circuito de la
coca-cocaína, b) las remesas del extranjero, c) el dinamismo del sector
inmobiliario que genera empleo y la sensación de riqueza en un determinado sector,
debido al aumento de su patrimonio, por efecto del alza de los precios de la
vivienda y d) por los bonos que el gobierno distribuye entre la población. Aunque no se puede dejar de mencionar que la
política de bonos del gobierno ha contribuido a mejorar coyunturalmente la distribución del ingreso y
a disminuir los niveles de pobreza del país.
La caída de los precios
de las materias primas; la presión de Brasil para reducir la actividad del circuito
coca-cocaína; la inexistencia de un fondo de estabilización, como el que tiene
Chile a partir de las exportaciones de cobre; la necesidad de aumentar las
tasas de interés para mantener la estabilidad del tipo de cambio; el gasto
excesivo en la subvención de los carburantes; la necesidad de crear un impuesto
progresivo a la renta de personas; la recesión europea y norteamericana por
citar algunos factores, plantean serios retos a la imaginación del gobierno
para definir políticas económicas adecuadas que permitan disminuir la pobreza de
manera sostenida, mejorar la distribución del ingreso y construir una sociedad
más justa.
Finalmente, los cambios
estructurales. La “nacionalización” de
la industria petrolera y la reactivación de COMIBOL todavía no muestran
resultados. La exploración es muy
modesta y no se han generado aumentos relevantes ni en la producción hidrocarburífera, ni en la
minera. El crecimiento en el valor de
las exportaciones se explica fundamentalmente por el aumento de los precios y
no así por el volumen exportado.
El sector de la generación
eléctrica, que fue uno de los rubros más eficientes de la economía boliviana en
los últimos años, está en crisis. La
falta de inversiones en el área de la generación, agravado por la ineficiencia
de la gestión de ENDE, ha puesto en riesgo el suministro normal de energía
eléctrica perjudicando al sector minero y al industrial.
La inversión privada
nacional en el sector productivo no ha logrado despegar pese a la
disponibilidad de recursos para el crédito barato en el sistema bancario. Ello se explica por la incertidumbre de las
reglas de juego, especialmente las referidas a aquellas que protegen la
propiedad privada y aseguran la ejecución de los contratos.
Los nuevos magistrados, todavía
no han tenido tiempo para demostrar que serán capaces de construir un sistema
judicial eficiente e independiente y mientras no lo hagan, los agentes
económicos no estarán dispuestos a asumir riesgos importantes.
En síntesis, se está acabando la buena suerte y, por lo tanto, es necesario
definir políticas económicas adecuadas y que se reviertan las ineficiencias que
ocasionaron los ajustes estructurales en la economía boliviana.
Felicito a Herbert por su aporte y con mucho gusto apoyaremos el diálogo sobre sus valiosas apreciaciones.
ResponderEliminarFernando Salcedo