MENSAJES EN UNA BOTELLA
Cuando
Juan Antonio me pidió que presentara su libro “Mensajes en una Botella”, me
sentí muy honrado, porque es un amigo al que admiro y respeto.
No
son muchos los bolivianos que fueron invitados a dictar clases en distintas
oportunidades en universidades de renombre internacional. JA ha dictado cursos y seminarios en Columbia
University y en Boston University en EE.UU.
Desde el año 2003 dicta un seminario anual sobre Política Monetaria en
Países Emergentes en la Universidad Namur en Bélgica. Y es que Juan Antonio es un intelectual y un
académico de clase mundial.
Es
catedrático desde 1974 de forma ininterrumpida en Bolivia, ha enseñado en la
Universidad Católica Boliviana por más de 38 años. Permíteme decirte, en nombre
de la Junta Directiva de la Universidad, gracias Juan Antonio por tu aporte a
la universidad y a la formación de cientos de economistas bolivianos.
Tampoco
son muchos los que han tenido una producción intelectual tan fecunda que se
manifiesta en un sinnúmero de artículos y ensayos publicados no sólo en
Bolivia, sino en revistas de renombre internacional como el “Journal of the American Statical
Association” y en el Boletín de Ciencias Económicas de la Universidad
Católica de Lovaina.
Juan
Antonio Morales, ha publicado varios ensayos, como “La Estabilización en
Bolivia”, en una edición preparada por Dornbusch
y Fisher. En una obra editada por Michael Bruno ha publicado “De la
Estabilización al Crecimiento Sostenido”. Con Gay
MacMahon escribió “La Política Económica en la Transición a la Democracia”
y con Jeffrey Sachs editó un libro
sobre “La Deuda Externa”.
Su
tesis, “Bayerisian Estimattion of
Simultaneous Equations”, ha sido publicada por una de las editoriales
internacionales más importantes de obras científicas, me refiero a la Springer Verlag.
Además,
tiene una ventaja sobre la mayoría de los economistas y académicos de las
ciencias económicas, pues no solamente tiene una amplia experiencia como
docente, sino que también cuenta con la experiencia de diez años en el
ejercicio de la presidencia del Banco Central de Bolivia. Debo destacar que ha sido el presidente que ha
permanecido por más tiempo en ese cargo. A nivel latinoamericano, llegó a ser el decano
de los presidentes de los bancos centrales de la región y, durante tres meses,
fue el decano de los presidentes del norte, centro y sur América. Personalmente, puedo garantizar que su
permanencia en ese puesto no fue por su militancia política, sino que se debió exclusivamente
a sus méritos profesionales, a su capacidad técnica, a su probada honradez y,
sobre todo, a su extraordinaria vocación de servicio público, cualidad que
también admiro en él.
Quiero
decirles que su paso por el Banco Central de Bolivia no ha sido fácil. Fue designado como presidente en septiembre de
1995, a pocos meses de la liquidación de los bancos Sur, Cochabamba y BBA, en
una coyuntura nacional e internacional muy compleja. Posteriormente, surgió la caída de otros tres
bancos, el de La Paz que, que después de un trabajo de relojero realizado por
el Banco Central, la Superintendencia de Bancos y el Ministerio de Hacienda, se
logró que el Banco de Crédito adquiriera sus activos y pasivos. El BIDESA que tuvo que ser liquidado y,
finalmente, otro trabajo de relojería para que el Citibank absorbiera al BHN en
1997. Deseo manifestarles que la
liquidación de los bancos, además de ser difícil, técnicamente es un proceso
estresante por las implicaciones político-económicas que genera, que van desde
una corrida general de bancos que puede derrumbar al sistema financiero, hasta
pérdidas económico-financieras en las que incurrió el Banco Central de Bolivia,
por su calidad de prestamista de última instancia.
Para
que ustedes puedan imaginarse lo estresantes y peligrosas que son estas situaciones,
permítanme relatarles brevemente la forma en que se encaró la corrida de
depósitos que sufrió el Banco de Santa Cruz en 1998, poco después de la
liquidación del BIDESA.
En
esa época, creo que el Banco Santa Cruz era el banco más grande del país. Tenía una situación patrimonial excelente, su
administración era de primer nivel, sus índices de mora eran menores que los
del promedio del sistema bancario y contaba con un buen índice de liquidez. En síntesis, se trataba de un banco solvente,
bien administrado, líquido y rentable.
A
pesar de ello, no sabemos cómo se generaron rumores que ponían en duda su solvencia
y el público empezó a retirar sus depósitos, lo que dio inicio a una corrida,
probablemente la más fuerte en la historia del país, aunque restringida a un solo
banco. Obviamente, el riesgo de que la
crisis se extendiera al resto del sistema era muy alto.
Juan
Antonio Morales, en su calidad de presidente del Banco Central de Bolivia, el
Superintendente de Bancos y el Presidente de ASOBAN, explicaron, a través de
una conferencia de prensa, que no había razones para la corrida, no les
creyeron y la corrida continuó. Los
cajeros automáticos eran vaciados y, poco a poco, se quedaron sin dinero, lo que
generó más pánico en la gente. El sábado
continuó la corrida, obviamente la liquidez del Banco Santa Cruz se agotó y el
Banco Central tampoco tenía en sus bóvedas el dinero en efectivo suficiente como
para continuar haciendo frente a la corrida.
Durante ese fin de semana, se preparó una nueva conferencia de prensa
para tratar de devolverle la confianza al público. Pero todos sabíamos que la única forma de
restaurarla era mediante la provisión de liquidez al Banco Santa Cruz, para enfrentar
la salida de depósitos, hasta que el público recobrara la confianza de que el
banco no quebraría y que sus dólares estaban a buen recaudo.
En
la noche, se le solicitó a las autoridades del gobierno norteamericano que
envíen por American Airlines, por lo
menos, 100 millones de dólares para hacer frente a la crisis, con cargo a los
depósitos que el BCB tenía en EE.UU. El
primer problema, era viernes en la noche y el lunes era feriado en ese país,
por lo tanto, resultaba imposible enviar el dinero desde Estados Unidos.
Juan
Antonio tuvo que recurrir al Presidente del Banco Central de la República Argentina,
quien estaba descansando en la playa, pero gracias a Dios tenía su teléfono a
mano. Con cargo a los depósitos (parte
de las RIN) que Bolivia mantenía en EE.UU., se acordó que el gobierno americano
transfiriera los 100 millones de dólares a las cuentas del Banco Central de Argentina en Nueva York,
para que éste nos proporcionara ese dinero en efectivo. El segundo problema, el Banco Central de Argentina
no tenía esa cantidad de dinero en sus bóvedas y, por lo tanto, tuvo que acudir
al sistema bancario para recoger lo que faltaba de diferentes bancos privados. Las horas transcurrían, se acercaba la hora
de abrir los bancos en Bolivia y los niveles de ansiedad eran muy altos, porque
mientras se recolectaban los 100 millones de dólares en efectivo con todos los
problemas logísticos y de seguridad que ello implicaba, otro problema era el
transporte de ese dinero a Bolivia. Por
esas casualidades, en ese momento el Presidente de Bolivia se encontraba en
Argentina y viajó en el avión presidencial.
Los jefes del ejército buscaron desesperadamente al piloto del avión que
estaba de compras y a quien finalmente se lo encontró en la calle Florida. El piloto se reportó inmediatamente al
aeropuerto donde ya las compañías de seguridad estaban cargando el efectivo.
Nuevamente
surgió otro problema, el dinero ocupaba todo el avión y, por lo tanto, el
piloto debía transportar los cien millones de dólares, sin acompañante alguno. Después de desarmar parte de los asientos, se
cargó el avión que partió con destino a Santa Cruz. Al momento de reportarse a la torre de
control, el avión se había desviado a Asunción del Paraguay. El peso de los cien millones no permitió
cargar el combustible suficiente para llegar al aeropuerto de El Trompillo.
Nadie
conocía ese detalle y comprenderán la angustia, cuando el avión presidencial no
se reportaba. Finalmente, el avión llegó
a Santa Cruz pero en lugar de aterrizar en El Trompillo donde estaba todo el
equipo de seguridad asignado para descargar parte del dinero que se debía
quedar en esa ciudad, éste aterrizó en Viru Viru con 100 millones de dólares en
efectivo y no había quién recibiera esa carga. Seguidamente, el avión levantó vuelo con
destino a La Paz, empero no aterrizó en el Aeropuerto Internacional de El Alto donde
se lo esperaba, sino que lo hizo en el
aeropuerto del TAM. Aclarado ese
punto, la compañía de seguridad encargada del recojo y transporte del dinero se
dirigió hacia ese aeropuerto. El último
inconveniente, el responsable del aparato logístico y de seguridad de la
empresa transportadora, era chileno y no podía ingresar a instalaciones
militares bolivianas. El tiempo
transcurría y las filas en las oficinas y sucursales del Banco Santa Cruz en La
Paz y Cochabamba crecían, la desconfianza aumentaba y estaba a punto de
extenderse a los otros bancos del sistema. En el último momento, se inició la provisión
de liquidez al Banco Santa Cruz y la tranquilidad retornó al país. Nos habíamos salvado por un pelo de un colapso
económico de imprevisibles consecuencias.
Juan Antonio, volvió a respirar con más tranquilidad; el nivel de
adrenalina que lo mantuvo despierto por muchas horas volvió a sus niveles
normales.
Los
antecedentes anteriores, su capacidad técnica, su calidad humana, su desempeño
profesional y su aporte a la formación de profesionales, son las razones por las
que cientos de personas, unos políticos y otros ciudadanos de a pie han
expresado su indignación en Bolivia y en el exterior, ante las infundadas
acusaciones que el Gobierno del MAS ha realizado en contra suya. Las muestras de solidaridad en las redes
sociales y en la prensa se constituyen en prueba del respeto, apoyo y simpatía con los que cuenta.
Un
poco en broma y también en serio, un día le expresé que él debería sentirse
satisfecho porque son pocas las personas que reciben muestras tan grandes de
reconocimiento a su trayectoria profesional y admiración y respeto por su
calidad humana en vida.
Esto
me lleva a preguntarme, ¿por qué tanta injusticia y tantas acusaciones sin
fundamento?. La respuesta es sencilla,
vivimos en un proceso de judicialización de la política. Para hacer creer que se trata de un gobierno
democrático y respetuoso de los derechos humanos, se está utilizando a la justicia
-totalmente subaltenizada al poder político-, para descalificar y, en muchos
casos, matar civilmente a todos aquellos ciudadanos que con su capacidad
intelectual, su prestigio y su credibilidad puedan convertirse en puntos de
referencia diferentes a los del oficialismo, o, en ciudadanos capaces de evaluar
con solvencia la gestión gubernamental. Esta
judicialización pretende acallar a todos aquellos que nos recuerden lo
importante que es vivir dentro de un régimen verdaderamente democrático, que
respete la pluralidad y asegure la inclusión; trata de amedrentar a todos los
que queremos un estado de derecho, a aquellos que luchamos para que se
garanticen los derechos propietarios; para los que buscamos una justicia capaz
de hacer cumplir los contratos y que crea en la presunción de la inocencia.
Juan
Antonio es una de las víctimas que pone en evidencia la judialización de la
política. Como diría nuestro amigo
común, Cayetano Llobet, “así no más
había sido”.
El
libro que tengo el honor de presentar hoy es el testimonio de lo que acabo de
afirmar y la razón de su injusta persecución.
Por
ello, es importante tener dos lecturas del libro. La primera, que nos permite recordar las
diferentes coyunturas político-económicas del país y la segunda, que es la que
nos transmite lecciones de economía política a partir de situaciones concretas de
nuestra historia cotidiana, que para mi, son los mensajes a los que hace
referencia el título del libro. Se trata
de casi cien artículos publicados en distintos medios de prensa, agrupados en nueve
capítulos, que corresponden a los años en que fueron escritos entre 2003 y
2011.
Lo
que trataré en esta presentación, es de recuperar los mensajes que fueron
publicados para contribuir al debate sobre temas de política en general y de política
económica en particular.
¿Por
qué quiere Juan Antonio Morales contribuir al debate? La respuesta está implícita en sus mensajes. ¿Cómo
disminuir la pobreza, lo que significa qué hacer para crecer más, con
estabilidad, justicia y equidad?.
Esta
intencionalidad implícita, no sólo se encuentra en los temas de su preocupación,
sino también en la honestidad intelectual con la cual manifiesta, por ejemplo, las
limitaciones del D.S. 21060 o en los argumentos con los que critica las
políticas del gobierno, aunque reconoce sus logros como el mantenimiento de la disciplina
fiscal, la política de apreciación del tipo de cambio o la creación de bonos
como el Juancito Pinto que son instrumentos que van en la dirección correcta en
lo social, aunque no son suficientes
para reducir la pobreza.
En
consecuencia, si alguien piensa encontrar en estas páginas una crítica
hormonal, que explicaría la injusticia con la que está siendo tratado, se
sentirá defraudado. La crítica a las
políticas además de serena y equilibrada, es didáctica y muy bien fundamentada
como no podía ser de otra manera, viniendo de un profesor con tantos años de
experiencia.
Aunque
obviamente, el análisis crítico que realiza no es neutral. Juan Antonio es una persona de convicciones
fuertes, si tuviera que catalogarlo, diría que es un neoliberal
institucionalista. Veamos, qué es, para
Juan Antonio, el neoliberalismo, término tan denostado por este gobierno.
Morales
nos recuerda primero, que la palabra neoliberal, se acuñó en las vísperas de la
II Guerra Mundial en París, para distinguirla del liberalismo del Siglo XIX. También apunta que, tanto los social-cristianos,
como los social-demócratas no se desprenden del neoliberalismo, aunque le
añaden redes de seguridad para proteger a los más desfavorecidos. Nos explica que el neoliberalismo está ligado
a la teoría neoclásica, cuya idea central es que se da un mejor uso a los
recursos escasos, dejando que los individuos tomen decisiones libremente sobre
el consumo y la inversión.
Para
el pensamiento neoliberal es primordial que los individuos cuenten con
incentivos, como el de la propiedad privada, para invertir en activos fijos y
en su propio capital humano. Bajo
condiciones precisas, esas decisiones se facilitan con el establecimiento de un
sistema de precios. El neoliberalismo no
niega que se necesita de la acción estatal para proveer servicios públicos como
salud, educación, seguridad social y defensa, que pueden tener una oferta
insuficiente si se las deja a los privados. El Estado también tiene que regular los
mercados de trabajo y el financiero para proteger correctamente a los
trabajadores y a los ahorristas. Le
corresponde al Estado crear las redes de protección social correspondientes. En cambio, el Estado no debe inmiscuirse allá
donde el sector privado lo hace mejor. Finalmente,
señala que el neoliberalismo apunta a la economía abierta y le es importante la
estabilidad macroeconómica.
Aunque
no lo dice explícitamente, uno deduce rápidamente de la lectura de muchos de
sus mensajes, la influencia que tiene el institucionalismo en su formación y es
lógico, para un economista al que le ha tocado estar en la función pública
durante tantos años, le resulta casi natural la importancia de las
instituciones para el desarrollo de las naciones. Ese es el motivo de su insistencia en temas
como la justicia; el retorno al Estado de derecho; la garantía de los derechos
propietarios; el cumplimiento de los contratos; la necesidad de asegurar la estabilidad
y, para ello, la importancia de contar con un Banco Central independiente, cuya
política monetaria y cambiaria no se subalternice a los intereses coyunturales
de la política; la necesidad de regular el mercado laboral y financiero y, por
supuesto, los monopolios naturales y la necesidad de ejecutar políticas
fiscales prudentes, entre otros.
La
importancia que le asigna a la democracia representativa; la importancia de que
la CPE garantice la alternabilidad del poder; el imperativo de contar con una
oposición que les permita a los gobernantes de turno, contrastar ideas y
transmitir dudas sobre sus decisiones; contar con redes de protección social y
leyes que protejan al Estado y, sobre todo, a los ciudadanos; que se respete el
principio de presunción de inocencia y de licitud de los actos de los funcionarios
públicos, no solamente por razones de justicia, sino para evitar que el aparato
público se paralice.
Es
desde esta perspectiva que alude con un poco de ironía -muy poca para mi gusto-,
en su artículo titulado muy acertadamente “La Pasarela de los Sociólogos”, a
los intelectuales que alimentan el pensamiento de una de las facciones del MAS.
Se refiere a Negri, Boaventura de Souza
Santos, Emir Sader, Enrique Dussel y Ernesto Laclau. En otro artículo nos explica que el MAS no es
un partido de izquierda moderna, ya que no propone cambios en un ambiente de
democracia representativa y que se olvida que la distribución de la riqueza se
la debe buscar por la vía del sistema impositivo y no solamente del gasto
social. Señala que un instrumento
privilegiado por la izquierda moderna es el impuesto a la renta de personas. Para Juan Antonio, lo que caracteriza al
gobierno del MAS es su nacionalismo, que lo disfraza con descolonización. Su estatismo es vergonzante, ya que después de
todo, continua haciéndole guiños al neoliberalismo. En síntesis, es esta visión de la economía que
algunos califican como nacional-populismo. Con relación al socialismo que tanto pregonan,
nos reitera que todavía no se sabe en qué consiste el Socialismo del Siglo XXI
que propone Hugo Chávez. Lo que le
sorprende y no sólo a él, sino a los que creemos en los derechos humanos y en la
igualdad de genero, es su amistad con uno de los gobiernos más reaccionarios
del mundo, como el de Irán.
Los
conceptos y temas serios que analiza, a veces están matizados por algunas
anécdotas o críticas a personajes nacionales como internacionales. Sólo menciono a dos. Nos cuenta que en 2004, la huelga de maestros,
bajo la dirección de Vilma Plata, le dio un respiro a la liquidez del TGN, que era
necesaria para llegar a un acuerdo con el FMI, Como dice el refrán, el diablo no sabe para
quien trabaja. A raíz de las
declaraciones de la señora MItterand, Ignacio Lula y un funcionario de la NN.UU.,
que calificaron a la oposición de muchos bolivianos a la recién aprobada
Constitución Política del Estado como racistas, Juan Antonio les dedicó un artículo
que concluye con el regalo de algunos libros: para la señora Mitterand y para
Stevenhagen, “El Perfecto Idiota Latinoamericano” y “El Regreso del Idiota” en
edición de lujo. Al presidente Lula da
Silva, “La Revolución Inconclusa” de Malloy. Personalmente, ampliaría este regalo a muchos
funcionarios de la cooperación internacional, como una manera de incitarlos a
que lean un poco más de nuestra historia y puedan, de esta manera, expresarse
con más propiedad sobre la realidad boliviana.
Los
“Mensajes en una Botella”, no son sólo teóricos, a lo largo del libro se
encuentran varias recomendaciones de política económica que, por su importancia
y vigencia, no puedo dejar de mencionar.
Cuando
uno analiza la economía de un país son dos las áreas que más atención deben
merecer, el crecimiento económico, que depende en gran medida de la inversión;
la estabilidad que está supeditada al comportamiento de la inflación, del tipo
de cambio y al déficit o superávit fiscal.
El
análisis que realiza Juan Antonio, establece que aunque en todos estos años, el
país ha mantenido tasas de crecimiento positivas, éstas han sido modestas, por
decir lo menos, comparadas con las de nuestros vecinos, especialmente si se considera
la coyuntura tan favorable que estamos viviendo, como efecto de los elevados
precios de las materias primas en los mercados internacionales.
Las
modestísimas tasas de crecimiento, se deben básicamente al bajo nivel de
inversión pública, como demuestra Juan Antonio a lo largo de sus artículos,
nunca sobrepasó el 14% del PIB. La
inversión privada no ha superado el 7%, con el agravante de que ese porcentaje
corresponde, casi en su totalidad, a la inversión extranjera y muy poco a la
privada nacional.
A
propósito del crecimiento, le hace notar al presidente Morales, luego de una
declaración realizada en el año 2007, en sentido de que pronto seríamos como
Suiza, que creciendo al 4.8% y Suiza al 3.6% (tasa promedio de los últimos diez
años) tardaríamos 206 años en llegar a tener una economía del tamaño de ese
país europeo. La implacable aritmética.
De
acuerdo a las estimaciones de Juan Antonio, se debería contar con una tasa
promedio de inversión similar a la de los países de la región, que se sitúa en
el orden del 20% para crecer, al menos, en un 5%.
Como
bien explica el autor, las RIN, que han alcanzado altísimos niveles, utilizando
cualquier indicador, son el resultado de la diferencia entre el ahorro nacional
y la inversión en el país. Es decir, que
existe un amplísimo margen para aumentar las inversiones, considerando solamente
el ahorro interno o, dicho de otra manera, no estamos utilizando nuestro ahorro
para invertir.
Entonces,
¿por qué la inversión privada en general y la nacional en particular es tan
baja?. Las causas que enumera Juan
Antonio Morales son varias, un deteriorado clima de inversión que no le da confianza
al inversionista para asumir los riesgos. Por ejemplo, la nueva Ley de Hidrocarburos, no
respetó los contratos, ni los derechos propietarios; la nacionalización de
FANCESA tampoco lo hizo. En general,
existe incertidumbre con relación a los derechos propietarios y un discurso torpe contra los empresarios, por decir lo menos. Como señala el autor, es necesario que el
gobierno se “abuene” con el sector privado nacional. En cuanto a la inversión pública es necesario
mejorar los mecanismos de coordinación entre el gobierno central, los sub-nacionales
y las universidades; se debe fortalecer y asegurar el funcionamiento adecuado
del sistema nacional de inversiones.
Una
de las razones por las cuales Juan Antonio Morales, contrario a la opinión de muchos
economistas, incluida la mía, considera que se debe acelerar la apreciación de
la moneda, tiene el objetivo de brindarles a los empresarios la oportunidad de contar
con un dólar barato para la importación de equipo y maquinaria.
Si
hay un punto en el cual no coincido con Juan Antonio, es precisamente su insistencia para acelerar el ritmo de la
apreciación de la moneda. Es cierto que el nivel de las Reservas
Internacionales Netas, lo justificaría. Sin
embargo mi discrepancia se basa en que mientras no mejore el clima de inversión,
aún con un dólar barato, no creo que los empresarios estén dispuestos a adquirir
más equipo y maquinaria que lo indispensable para mantener a flote sus
operaciones. Es más, se corre el riesgo
que la producción nacional no pueda competir con la de otros países, si no existe
inversión en activos físicos, en capital humano y la tecnología que permita
innovar y aumentar la producción y la productividad. Como medida alternativa, siempre he insistido
en la necesidad de crear un fondo de inversión o de estabilización que permita
esterilizar el exceso de RIN y se cuente, de este modo, con un colchón para el
futuro. Juan Antonio, lo menciona en su
artículo “Bailar al ritmo de los precios internacionales “ del año 2009 y el
FMI recién lo recomienda en su informe anual como resultado del “Artículo Cuarto”
del Convenio Constitutivo del FMI, correspondiente a la gestión 2011.
En
todo caso, el autor también está consciente que una política de revaluación
tiene sus costos, ya que como bien lo expresa, existe una contradicción entre
el objetivo de corto plazo de controlar la inflación versus la meta de largo plazo de fomentar la producción interna,
que podría verse severamente afectada por la denominada “Enfermedad Holandesa”.
Por esta razón, insiste acertadamente en
la necesidad de mantener superávits
fiscales.
El
tema de las Reservas Internacionales Netas, merece un excelente tratamiento en
varios de los artículos de Morales. En
primer lugar, explica que las RIN no son de libre uso de los gobiernos, porque
tienen como contraparte varios pasivos; la base monetaria, es decir, los
billetes y monedas en poder del público, además del encaje legal de los bancos
y los depósitos que mantienen los gobiernos departamentales y municipales en las
cuentas del BCB. De ahí el peligro de
disponer de estas reservas de manera imprudente en créditos concesionales a las
empresas públicas como YPFB, que dicho sea de paso, deberían tener la capacidad
de endeudarse en términos comerciales.
Asimismo,
nos recuerda que el alto nivel de las RIN, independientemente de cuales fueron
las razones de su crecimiento, garantizan tanto la estabilidad macroeconómica como
la del sistema financiero. Sin embargo,
como contraparte obliga al Banco Central a aumentar los billetes y monedas en
circulación, lo que obviamente genera presiones inflacionarias. Una de las sugerencias del autor para bajar las
RIN, es la de pagar la deuda externa no concesional, aspecto en el que coincide
con el Dr. Armando Méndez, quien ya en el año 2009, planteaba la posibilidad de
que el país aprovechara la coyuntura internacional y la situación fiscal para
colocar bonos en moneda nacional, a tasa fija y de largo plazo en el mercado
internacional.
El
nivel de Reservas Internacionales Netas está íntimamente ligado a la definición
de una política cambiaria. En ese
sentido, Juan Antonio considera que el Bolsín es una reliquia del pasado, el
tipo de cambio deslizante ya no es la mejor alternativa y, por ello, sugiere
que ya es tiempo de ingresar paulatinamente dentro de un sistema de tipo de
cambio flotante, habida cuenta del desempeño de la balanza de pagos del país.
La
independencia del Banco Central es otro de los temas a los que le dedica mucha
atención en sus artículos. Como expresa,
fue la independencia del Banco Central la que garantizó la estabilidad en el
pasado, lo que sin lugar a dudas, incomoda a los gobiernos populistas, debido a
que su independencia no les permite subordinar la política monetaria a las
necesidades fiscales o políticas coyunturales. No se debe perder de vista, como señala en uno
de sus artículos, que la política monetaria necesita lo que se denomina en
términos técnicos, de un ancla nominal.
Es decir, una restricción sobre el valor de la moneda nacional, lo que
significa que no se puede emitir sin límite, el ancla nominal sirve también
para fijar las expectativas de la inflación. Durante mucho tiempo, el ancla ha sido el tipo
de cambio, si aumentaba la emisión, disminuían las RIN y eso hacía que el dólar
valiera más.
Cuando
existe superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, el tipo de
cambio deja de ser un buen ancla. Lo que
se debe hacer es que el BCB fije la meta inflacionaria. Si es una institución
creíble, no se generarán expectativas inflacionarias, por ello, es fundamental
la credibilidad e independencia de esta entidad. Lo evidente es que la nueva CPE restringe
mucho su independencia y, por si esto no fuera suficiente, la Ley de Presupuesto,
también aprueba artículos que limitan aún más su independencia. Efectivamente, como señala el autor, el artículo
11º de la Ley de Presupuesto de 2011 ”autoriza”, léase, “obliga”, a ceder al
BCB un tercio de las RIN, excluyendo el oro, a las empresas estatales, para lo
cual exceptúa al BCB del cumplimiento del artículo 16º de su Ley Orgánica que,
es precisamente, el que le confiere la competencia para manejar las RIN.
En
síntesis, se trata de un libro que recopila artículos corajudos, bien escritos,
de fácil lectura para los que no son economistas; que pone en evidencia que las
instituciones o las reglas de juego, que son definidas por el sistema político,
afectan a la economía y determinan las posibilidades y la calidad del
crecimiento económico y su sostenibilidad en el tiempo.
Felicidades
querido amigo y gracias por continuar aportando al país y a nuestra universidad.
La
Paz, 4 de mayo de 2012